Estimados Lectores, el lema adoptado por esta publicación “Diplomacia, Paz y Desarrollo”, no aspira a constituirse en un logotipo comercial, ni pretende atraer la atención de los lectores recurriendo a palabras estridentes o sensacionalistas. Dicho de otro modo, los términos que guían los trabajos que aquí se publican, tienen el propósito de invitar al pensamiento profundo, a la reflexión y al análisis.
Los momentos actuales son oportunos para reiterar que, la diplomacia, debe de estar al servicio de la paz, como una forma sublime de comunicación, de diálogo y de convivencia humana. Debemos de apelar a las buenas conciencias, para que dicho concepto llegue a formar parte de nuestra cultura y para que se constituya en un mandamiento que guíe nuestras acciones cotidianas.
Asimismo, por ese sendero y con esas bases, se debe trabajar sin descanso, para tratar de alcanzar el desarrollo a que tienen derecho todos los pueblos del mundo; lo cual debería de redundar en un reforzamiento de los diversos trabajos a favor de la paz mundial.
Por otra parte, a la luz de acontecimientos bélicos recientes, cabría cuestionarnos si no estaremos pretendiendo una ilusión, o si la paz y el desarrollo compartido, son solamente una utopía.
Ni Silencio, ni Olvido. Esta debe de ser la respuesta de todo hombre o mujer de bien, ante el rompimiento de la armonía o ante el uso y abuso de la fuerza, como método para solucionar las diferencias. En el caso de los profesionales de la diplomacia, no debemos de soslayar la importancia que representa el hecho de que la negociación de buena fe -esencia de nuestro trabajo-, sea dejada de lado repetidamente, para dar paso a las acciones belicistas.
Sobre el particular, viene al caso mencionar que el holandés Hugo Grocio, uno de los fundadores del derecho internacional, recomendaba a gobernantes, reyes y combatientes, la observancia del concepto “buena fe”, así fuera durante una contienda y sobre todo, en el camino del mantenimiento de la paz, una vez terminada la guerra. Entre otras razones, aseguraba que si se preserva la buena fe, se mantiene también viva la esperanza de alcanzar la paz. El mismo Grocio cita a otros pensadores:
“La buena fe en el lenguaje de Cicerón, no es solamente el motivo principal por el cual todos los gobiernos están moral o legalmente atados; sino que es la clave por la cual la mayor sociedad de naciones está unida” y, “La observancia de la buena fe es un asunto de conciencia –sigue diciendo Hugo Grocio-, para toda clase de reyes o príncipes legítimos y constituye la base para preservar el honor y la dignidad ante otras naciones soberanas”
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